Siempre se ha dicho que quien no tiene página web no existe. Es un razonamiento totalmente acertado, pues como cualquier hijo de vecino a la hora de buscar un producto o empresa en Google, los resultados que aparecen son las empresas con las que tenemos la oportunidad de ponernos en contacto. Si no te conocen es difícil que puedas realizar alguna venta.
En un principio, las empresas se conformaban con tener una mera presencia, con una información como la que puede aportar una tarjeta de visita, y las más audaces tenían un breve catalogo en el que rara vez se actualizaba. ¿Quién no recuerda los famosísimos menús de una web?, Quienes somos, nuestros productos, noticias (que nunca se actualizaban), contacto… Y con eso tenían cumplida su inversión en marketing y publicidad para mucho tiempo.
Era la filosofía de las web1.0, donde la empresa subía la información sin esperar ninguna interacción por parte de los usuarios, donde todos eran consumidores de contenido. La idea que circulaba por las empresas, es que si tenías una web, tus ventas aumentarían exponencialmente, y no todas las empresas tienen un producto atractivo para una venta online o que no son susceptibles de usar ese canal como medio de venta.
Con la llegada de la web2.0 todo cambió, y ahora reforzado con las social media, una nueva forma de ver internet y de comunicarnos con las marcas hizo que todo diera un giro. Los usuarios empezaron a ser generadores de contenidos y se dinamizo toda la red. Los usuarios comparten experiencias de marca, se aconsejan unos a otros y se hacen de embajadores de la misma, aunque si no lo hacemos bien pueden ser muy crueles y sacarnos los colores con un gran altavoz.
Ha llegado el momento en el que el cliente no se dirige a una multinacional que no le escucha, sino que ahora lo hace con un interlocutor que le habla de tu a tu, le entiende y le hace sentir que su opinión cuenta, dándole soluciones a sus problemas o dudas.
Por tanto, la presencia de las marcas en internet no tiene un fin de venta, aunque sea lo que hacemos, si no el objetivo de humanizar lar marcas, relacionándose cara a cara con sus clientes. El papel de marca debe ser el mero conductor de las experiencias de los propios usuarios, dejando que ellos mismo lleven el peso de los contenidos, en la que la marca aparece como nexo de las vivencias de los usuarios de la red.
Antes dar el paso de crear una web2.0, para que nuestros clientes participen en ella y que los futuros clientes se interesen por la misma, debemos tener claro los objetivos que deseamos obtener, planteando unas metas coherentes que se puedan medir y por supuesto dedicar tiempo y esfuerzo a hacerla atractiva, con un alto grado de usabilidad. No es cuestión de plasmar el catalogo de turno, debemos ofrecer una experiencia distinta, personalizable y recomendable. No debemos echar la caña y esperar que piquen los peces, tenemos que ir donde están los peces, saber que les gusta y les motiva y echar el azuelo adecuado para cada pez.
Cuando vamos a un comercio de ropa no nos gusta que nos atosiguen con el “¿le puedo ayudar en algo?, No gracias, solo estoy mirando”. ¡¡¡Si!!!, nos gusta mirar, observar, comparar y si necesitamos ayuda la pedimos, es la misma filosofía que debemos aplicar por ejemplo en un portal de compra online; donde tenemos que proporcionar al usuario todas las herramientas necesarias que faciliten su navegación sin que note nuestra presencia constante.
Por tanto, debemos crear sites atractivos, donde los productos se muestren de forma intuitiva según avanza el usuario por la navegación de la misma. Adelantándonos a sus necesidades, sin agobiarle, para que tenga una experiencia agradable y nos recomiende a sus contactos.
Si te ha parecido interesante este post, compártelo!!!.
En un principio, las empresas se conformaban con tener una mera presencia, con una información como la que puede aportar una tarjeta de visita, y las más audaces tenían un breve catalogo en el que rara vez se actualizaba. ¿Quién no recuerda los famosísimos menús de una web?, Quienes somos, nuestros productos, noticias (que nunca se actualizaban), contacto… Y con eso tenían cumplida su inversión en marketing y publicidad para mucho tiempo.
Era la filosofía de las web1.0, donde la empresa subía la información sin esperar ninguna interacción por parte de los usuarios, donde todos eran consumidores de contenido. La idea que circulaba por las empresas, es que si tenías una web, tus ventas aumentarían exponencialmente, y no todas las empresas tienen un producto atractivo para una venta online o que no son susceptibles de usar ese canal como medio de venta.
Con la llegada de la web2.0 todo cambió, y ahora reforzado con las social media, una nueva forma de ver internet y de comunicarnos con las marcas hizo que todo diera un giro. Los usuarios empezaron a ser generadores de contenidos y se dinamizo toda la red. Los usuarios comparten experiencias de marca, se aconsejan unos a otros y se hacen de embajadores de la misma, aunque si no lo hacemos bien pueden ser muy crueles y sacarnos los colores con un gran altavoz.
Ha llegado el momento en el que el cliente no se dirige a una multinacional que no le escucha, sino que ahora lo hace con un interlocutor que le habla de tu a tu, le entiende y le hace sentir que su opinión cuenta, dándole soluciones a sus problemas o dudas.
Por tanto, la presencia de las marcas en internet no tiene un fin de venta, aunque sea lo que hacemos, si no el objetivo de humanizar lar marcas, relacionándose cara a cara con sus clientes. El papel de marca debe ser el mero conductor de las experiencias de los propios usuarios, dejando que ellos mismo lleven el peso de los contenidos, en la que la marca aparece como nexo de las vivencias de los usuarios de la red.
Antes dar el paso de crear una web2.0, para que nuestros clientes participen en ella y que los futuros clientes se interesen por la misma, debemos tener claro los objetivos que deseamos obtener, planteando unas metas coherentes que se puedan medir y por supuesto dedicar tiempo y esfuerzo a hacerla atractiva, con un alto grado de usabilidad. No es cuestión de plasmar el catalogo de turno, debemos ofrecer una experiencia distinta, personalizable y recomendable. No debemos echar la caña y esperar que piquen los peces, tenemos que ir donde están los peces, saber que les gusta y les motiva y echar el azuelo adecuado para cada pez.
Cuando vamos a un comercio de ropa no nos gusta que nos atosiguen con el “¿le puedo ayudar en algo?, No gracias, solo estoy mirando”. ¡¡¡Si!!!, nos gusta mirar, observar, comparar y si necesitamos ayuda la pedimos, es la misma filosofía que debemos aplicar por ejemplo en un portal de compra online; donde tenemos que proporcionar al usuario todas las herramientas necesarias que faciliten su navegación sin que note nuestra presencia constante.
Por tanto, debemos crear sites atractivos, donde los productos se muestren de forma intuitiva según avanza el usuario por la navegación de la misma. Adelantándonos a sus necesidades, sin agobiarle, para que tenga una experiencia agradable y nos recomiende a sus contactos.
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